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sábado, 22 de agosto de 2009

REFLEXIONES

Las etapas de la vida

En cada ciclo de nuestro crecimiento nos ponemos a prueba: sobretodo, en asumirlos como van llegando y en aprender a superar los escollos que encontramos en el camino; educamos a nuestros hijos para que después ellos eduquen a sus propios hijos, en una marcha que continúa siempre para adelante. No sé cuántas son, ni cómo se cuentan las etapas de nuestras vidas. Para mí que ahora, tengo setenta y cinco años, pienso que esta es la tercera etapa y la tomo con mucho amor.

La primera se da cuando nacemos. Y una vez en el mundo, surgen con nosotros el dolor, la alegría y el cariño hacia nuestros padres, que nos brindan todo lo mejor de ellos y a la vez, desean y esperan nuestro mayor beneficio. A medida que vamos creciendo y entendiendo, procuramos retribuirles todo lo que nos han dado.

Cuando pasamos de la infancia a la niñez, nos apoyamos mucho en ese cariño, y quizás, cada vez queremos más. Pero al hacernos mayores y comenzar a asumir obligaciones, muchas veces no entendemos que nuestros seres queridos quieren para nosotros el mayor bienestar en la vida, y nos parece que exigen demasiado. Entonces, solemos no cumplir con los deberes, y cuando sí lo hacemos, creemos que les estamos haciendo más el favor a ellos, que a nosotros mismos. Esta actitud indica que todavía tenemos una falta de madurez, en esta primera etapa que yo llamaría la primer etapa del ser, hasta los veinte años.

La segunda etapa, se produce de los veinticinco años en adelante, y empieza a sucedernos a nosotros lo mismo que a nuestros padres, a esa edad, casi toda persona ya piensa en su mañana, por lo tanto trata de asumir con responsabilidad sus actos de hoy. Los nuevos valores pasan por: querer ser útil al mundo y a la sociedad, tener su propia responsabilidad en la vida, formar un hogar, tener hijos y dándoles el mismo cariño y exigencias para que caminen firmes por la vida. Y así llegar a su madurez, después de los cincuenta años y algo más. Para mí, esa es la segunda etapa de la vida.

Luego llega la tercer etapa, que se da de los sesenta en adelante, en la que nosotros ya somos los abuelos de la primer generación, y estamos un poco afuera de poder adaptarnos a la gran evolución que nos ha dado el mundo.

Ahora perdemos nuestra opinión en muchas cosas y aspectos, pero sí debemos dar gracias a Dios que en esta etapa, nuestros hijos se convierten en nuestros padres y nosotros en sus hijos. Nos miman, nos cuidan y nos desean lo mejor que la edad nos puede dar. Pero como en setenta y cinco años, el mundo y la ciencia han evolucionado muchísimo, también nosotros los abuelos nos desarrollamos y aceptamos lo que la vida nos brinda, con el nuevo lema de dar vida a los años y no años a la vida.

Eso significa no dejarnos estar, no dar trabajo a nuestros hijos, ni robarles tiempo. Porque ellos ahora están pasando por la segunda etapa que es hacer su propia vida y ocuparse de criar y educar sus hijos para el futuro.

Para nosotros los de la tercera edad, se forman instituciones que se ocupan por completo, para que nos sintamos jóvenes, útiles y responsables, y le demos a la vida todavía todo lo que podamos. Nos ponen profesorados, idiomas, dibujo gimnasia, coro y canto, y muchas cosas más, y nosotros procuramos corresponderles, dentro de nuestros medios con nuestra gratitud, bienestar y afecto; y así sentimos obligaciones y responsabilidades, con la vida hasta que diga basta. Para mí eso significa la tercer etapa de la persona. Doy gracias a Dios por vivirla. Y yo personalmente agradezco todo eso que todavía doy de mí, al club Edad de Plata.

1 comentario:

Pancho Ramirez dijo...

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